ALGUNAS APRECIACIONES SOBRE QUIÉNES NOS ACOMPAÑAN EN LA CUATRO
No sé si corresponde al soul house entre las mieles del french touch o si fue un anticipo de la movida, justo cuando el escenario internacional comenzaba a despedirse del brit pop desde OK Computer de Radiohead. Elegancia algo edulcorada o sofisticación liviana pre inauguración del nuevo milenio. Alex Gopher es un nombre puesto a la hora de reconocer la tradición electrónica francesa, desde Laurent Garnier, Jackson o Jean Benoit Dunckel de Air.
No sé si corresponde al soul house entre las mieles del french touch o si fue un anticipo de la movida, justo cuando el escenario internacional comenzaba a despedirse del brit pop desde OK Computer de Radiohead. Elegancia algo edulcorada o sofisticación liviana pre inauguración del nuevo milenio. Alex Gopher es un nombre puesto a la hora de reconocer la tradición electrónica francesa, desde Laurent Garnier, Jackson o Jean Benoit Dunckel de Air.
Algo huele a Argentina entre los Fantasma 3. Hay mucho aire de sapiencia de calle, simplicidad instrumental y mucha voz alzada desde el amor a todas las mañanas. Elocuencia lírica, no desde la calidad del registro vocal, si no desde el modo agudo con que la sensibilidad puede arroparnos.
Clark es el sonido del presente. Si pudiésemos haber tomado una previsión sobre cómo sonaría “lo nuevo”, categoría tan pretendida por la prensa en sus diferentes soportes, yo habría apostado por el sonido de Clark. Una hibridez profunda donde parece rozar con el glitch, ese ruido roto que configura a una modernidad sumida en los estertores de un proyecto de organización social que nunca funcionó, subsumido por el gran ganador en la disputa económica mundial. Somos el eco de una afrenta a la que no fuimos convocados. El resultado son visos de añoranzas, de derrotas, pero también de la ambición de un futuro próximo con algo más de luz.
En mayo de 2005 luego de que La Mano y La Nación hubiesen dado cuenta del trabajo del Diálogo Beat, el DJ Simbad viajaba a Francia para compartir cartel con el danés Trentemoller y Lexdinamo se metía en una calle de París para ejecutar su live set junto con Bruno Chaix, un DJ que recordarán los amantes del club de la primera hora en Córdoba. Al tiempo me despachaba con una escucha atenta de toda esa encumbrada lista de artistas sonoros que leían las tramas del devenir con tramas aún más complejas de lo que puede advertir el ser humano en una simple audiencia. Un compilado del sello Kitty-Yo traía un track muy remozado de beats prusianos, y una voz que se acercaba a las vocalizaciones del último Bowie. Allí Richard Davis, un crooner del desapego.
Debo reconocer que cuando escuché la primera canción de Zeta Zero, no pude evitar asociarla a un track de Sinapsis, banda electro-muchas-cosas rosarina, perteneciente al colectivo Planeta X, donde Charly Egg es el indiscutido frontman a lo ancho del Paraná. Pero Zeta Zero perdió la rítmica sexy para sumirse en piezas más convencionales o caras a las bandas de rock italiano de los 90, con algunos arreglos mínimos propiciados por nuevos soportes. Dúo conformado por Tony Truncali e Patrick Rotolo, oriundos de Sciacca (la piccola Sicilia) y Roma, respectivamente. Muchos los relacionan con Perturbazione –que escuchamos en ediciones anteriores tributando a Belle & Sebastian y nuevo disco- y hasta con Grandi Animali Marini, pero mirando de lejos y con cariño, no son tan obvios ni pegotes.
Año 1998. Diego Elkin, creador de The Premier League y de Sueño Valvular -banda por la que pasaron Fabián Zurlo (ex Cyro & La Liga Premier), Carlos Sada (Sullivan) y Carlos Gaido (artista múltiple, colaborador alguna vez de Venuz Paztels), por citar algunos nombres-, aparecía en casa de Enhola con un cassette de Ultrasuave, que religiosamente todos los que nos cruzábamos por ahí copiamos. El sonido era una distorsión lo-fi capaz de erizar y al paso suavizar la sensibilidad auditiva. Cantaba el Chino, creo que a veces...¿Chuky o Pablo? Más tarde veíamos acoplar el sonido de todas las cuerdas en la sala mayor de la FAUDI, en la Universidad, con un par de ellos en el piso. Pero sobrevino una ausencia con unas pocas presentaciones en vivo cada año, o dos, o no nos enterábamos. Ezequiel Acuña, director de cine y sátrapa de conciertos, los invitó para una puesta en el Cineclub Municipal donde hicieron una versión desafinadísima pero encantadora de Puerto Mont. Yo extrañaba el Ácido, ácido, Ha-sido tan real...¿Serán culto por opción moral? Dicen que sólo les interesa hacer música, el resto es pura parsimonia.